Desde hace mucho tiempo, se sabe que la menstruación es un ciclo, un proceso, muchas veces oculto en la sociedad dirigida por hombres.
El pueblo hebreo, en sus años de gloria por el desierto, y dirigido por hombres que
tenían voz máxima en sus asentamientos y comunidades; crearon un sistema en el cual la
menstruación simbolizaba la maldición de Dios. Acción altamente excluyente y,
segregativa. Esta carga se ha transmitido en el mundo eurocéntrico sumando una
estigmatización de la feminidad y de las mujeres en sí. Se Construye de esta manera, un
pensamiento colectivo sobre la posesión de la mujer, como un ser impuro, una carga, un ser
relegado a funciones básicas, ya que el proceso está presente casi toda la vida, En cuanto a
la duración del periodo menstrual, Serret, Hernández, Mendoza, Cárdenas y Villasís en un
estudio sobre alteraciones menstruales en adolescentes (2012) mencionan que se considera
normal cuando tiene una variación de entre dos y siete días, con un promedio de cuatro. Por
otra parte, el intervalo normal de tiempo entre cada menstruación se sitúa entre 21 y 35 días
siendo en la mayoría de 26 a 30 días el cual se extiende a lo largo de la vida fértil de una
mujer desde la menarquía hasta el fin del climaterio (Serret, et al.2012)
Planteo aquí que, en base a la discriminación intelectual fijada o fundamentada en la menstruación femenina, se ha creado un modelo social excluyente, machista, y en mayor medida patriarcal. Cuál es mi fundamento. Para algunos pueblos originarios de la historia humana, la menstruación es un acto fundamental para la vida y sustento de la especie, el clan, el pueblo e incluso la cultura. La menarquía era concebida como un rito bendito de iniciación, anclada en la naturalidad humana y ligada a la maternidad de la tierra (Miguel Ángel Alarcón-Nivia, 2005)
Fisiológicamente el ciclo menstrual es un cambio hormonal, biológico y funcional mediante el cual el útero se prepara para recibir la implantación del óvulo fecundado. Pero este proceso mortal implica una responsabilidad de cada mujer, conlleva dolores, malestares, cambios de humor, e incluso rechazo a este padecer. Helene Deutsch (1944) pionera en el acercamiento a la psicopatología de la mujer desde la perspectiva psicoanalítica, describe las distintas reacciones que acompañan a la primera experiencia menstrual independientemente de la comprensión intelectual del proceso fisiológico, y a pesar de la satisfacción narcisista que lleva implícita la aparición del período para la niña como indicio de su madurez sexual, es vivida en general como un trauma. Este trauma suele ser mayor si la niña es todavía relativamente joven. Sin la presencia de este ciclo la mujer no es capaz de ser fértil, no es capaz de cumplir con la norma social que implica ser mujer, implica también enfermedad. (Deutsch, 1944. citado en Langer, 1944) Este proceso de sangrado, muerte -simbólica- y cambios podría representar la preparación del planeta que acoge y da vida a una humanidad respetuosa, con respecto a otras formas de vida, en la enorme gama de diversidad que ha surgido en este lugar que compartimos.
La terapeuta Clarissa Pinkola (1998), plantea un ciclo denominado el ciclo de la Vida-Muerte-vida. Proceso que conlleva el reconocimiento de la vida de forma inicial sin cuestionar por qué existe. Después es necesario vivir la muerte para crear vida nuevamente, resignificando la muerte como un proceso natural de la dinámica del universo, y padecerla como un proceso vital en la existencia de la vida, la cual nos entrega experiencia, dolor y sufrimiento en general.
Sin embargo, el proceso de resignificar la muerte crea un universo nuevo, sana la herida que ha dejado la ausencia de aquello que creemos que es nuestro por derecho, sana la rabia que nace a partir de la injusticia de perder lo que es nuestro. Esta autora, cree que al afrontar la muerte, desde una perspectiva ancestral, las personas podemos descubrir el lado acogedor de la vida-muerte-vida, el lado divino de este proceso.
Del planteado esbozado recién, podemos asociar al ciclo menstrual con el ciclo Vida-muerte-vida, pues la manifestación física en el cuerpo de la mujer es por esencia vida, muerte y vida. Como lo plantea Pinkola, este es uno de los tantos procesos que llena a las mujeres de sabiduría, conocimiento innato sobre ellas. pues dice “Utilizamos todos nuestros sentidos para extraer la verdad de las cosas, para exprimir el alimento de nuestras ideas, para ver lo que es necesario ver, saber lo que es necesario saber, ser las guardianas de nuestros propios fuegos creadores y adquirir un íntimo conocimiento de los ciclos de la Vida/Muerte/Vida de toda la naturaleza...” (Pinkola, 1998). Así, en esa visión que nos propone es que resulta necesario plantear y resignificar la menstruación femenina, como parte de un proceso natural, lleno de empoderamiento propio, ligado al respeto con el mundo del hombre.
Por otro lado en un análisis socio-antropológico, (Alarcon, 2005) menciona que, la segregación femenina desde el acto concreto de menstruar ha implantado un modelo de interacción social en esencia misma patriarcal, dominante, excluyente y fuera de toda lógica respetuosa hacia otras formas de vida en la enorme gama de diversidad que ha surgido en este lugar. esta segregación ha escrito una historia de dominación, desvalorización a la intuición femenina, al rol femenino, auto desprestigio y muchas veces he escuchado a mujeres hablar de estos temas con vergüenza, o en palabras de Helene Deutsch (1944) quien destaca que muchas madres hablan con sus hijas con más facilidad sobre la concepción que sobre el período y que así las niñas ven reforzado su propio sentimiento de culpa y vergüenza por una actitud idéntica de su madre. Esta reacción de madre e hija tiene su raíz en el concepto infantil de la menstruación, cuando la niña asociaba con este estado de su madre vivencias crueles y prohibidas. (Deutsch, 1944 citado en Langer, 1944)
Tantas veces escuche a mujeres decir, “ojalá no tuviera que pasar por esto”, una lástima ya que este proceso es clave para su iniciación como mujeres en un nivel psicológico, experiencial, cognitivo, y social. Durante varias charlas entre amigos y amigas feministas, sociólogos y teólogos hemos llegado a la conclusión que es una deuda social el “tema de las mujeres”. Si bien es cierto, mujeres de todos los tiempos han estremecido la historia, como aquellas que se cansaron de no tener opinión pública y se movilizaron por la igualdad en sus derechos y deberes sociales cívicos. Desde ahí la sociedad ha sufrido muchos cambios por la contemplación de la opinión del público femenino, por ejemplo los cambios sociales provenientes con la inserción al mundo laboral o el control de la natalidad mediante el uso de anticonceptivos orales. Pero aún hay una deuda contemplar la naturaleza femenina como es, sin tapujos, sin pudor, sin obligaciones, sin exclusión, rica en igualdad intelectual, sabiduría ancestral y dignidad.
Como vengo planteando la re-significación de la menstruación como parte natural de miles de mujeres podría eventualmente cambiar la forma en cómo se construye y se re-construye performativamente, la identidad femenina y los vínculos entre hombres y mujeres. Una colega estudiante Psicología me comentaba a raíz de este tema “[…] Se tiene la expectativa en la cultura patriarcal que la mujer debe estar siempre "limpia y bonita" y el hecho de que uno sangre por un período de tiempo y por cada mes, no es reflejo de alguien "limpia y bonita", por lo cual que una mujer se ensucia porque la toallita no funcionó o aún no encuentras la indicada, o el tampón te avergüenza, y ¿Cómo sería antes donde, no existían estas cositas, que sólo se tenían que usar pañitos y se debía ocultar este proceso?. Estas cosas van sumando, hasta el punto que hay padres que se avergüenzan de ir a la farmacia a comprar estos productos, sabiendo que es lo más natural de la vida”
Entonces se abre la pregunta ¿Qué debemos recuperar y cómo hacerlo? son preguntas difíciles de responder desde una sola visión, entonces se convierte en tarea de todos descubrir cómo hacerlo. Yo planteo la idea de resignificar la menstruación mediante la deconstrucción de la negatividad con la cual se mira y juzga, acercándonos a quitar del inconsciente social la concepción impregnada de repulsión, degradación al acto del menstruar. Recuperando el conocimiento ancestral, tal como lo propone Pinkola, un proceso que conlleva la auto-iniciación, lo propiamente femenino, además de darle un valor que se merece construido por ellas mismas.
Este proceso de resignificación implicaría mirar y enfrentarse con el tabú de la menstruación. Hablar de ella no de forma compasiva, o penosa, sino como el acto fundamental de nuestra vida como especie, un acto sagrado, divino, lleno de sabiduría que está presente y en conexión con el universo. Además de re-interpretarla como un acto de muerte dolor, necesaria para aprender. Un dolor necesario que se prepara para acoger, nuevamente un ciclo de constante de vida, muerte y vida.
Tomando las palabras de mi compañera “Porque en los detalles es donde se crea el inconsciente colectivo, y si en algo tan puro, tan digno de ser mujer, que debería enorgullecer a cualquier adolescente cuando por primera vez pasa esto, se sigue viendo como signo de enfermedad, de vergüenza, de un tabú, estamos bien lejos de aceptar a la mujer en igualdad de condiciones que el hombre, porque se aprecia en todo, el mismo hecho de que aún se criminalice a las mujeres que contratan porque pueden quedar embarazadas y eso implica una licencia de pre y post parto que nadie quiere pagar, por esto, de nuevo se discrimina a la mujer por algo que debería ser más valorado que mirado en menos, que tristemente es lo que pasa aún hoy en día.” es que considero importante sensibilizar este tema, para de alguna forma realizar un intento de cambio buscando ser personas conectadas con sí mismas y con su entorno.
Yo como hombre si bien es cierto no menstruo, porque mi biología no lo permite, sí aprendo de aquellas mujeres con las que tengo vínculos. Observando este reclamo y en su proceso de dolor es que he podido obtener alguna experiencia, especialmente de apertura al tema. Así mismo he podido cambiar la forma en cómo se me dice que debo ver este acto “indeseable”. Lo más interesante es que he aprendido a recibir los sufrimientos como un acto necesario, un dolor. Sí, he sufrido y llorado, pero comprendo que debo padecer para preparar mi cuerpo, mi mente y mi emotividad a un nuevo amor, pasión y sueños debo morir para acoger un nuevo yo, en respeto y responsabilidad con todos los seres de este planeta.
Concluyendo mi invitación es hacer conciencia de esta sutil situación que construye también nuestra sociedad. de forma ancestral y dolorosa cientos de mujeres en el mundo han menstruado y recibido los patrones culturales de esta carga genética. Es por esto que mi invitación es a que hable con las mujeres que lo rodean y a través de comunicación fomente la dignidad del cuerpo y rompa el tabú que esta humanidad le ha robado e impuesto a lo largo de siglos bajo la dominación. Pues como lo dice mi compañera de estudio Contreras Ferrada quien ha querido colaborar con unas palabras para este artículo “Es bueno cuando pares se ayudan, pero no bajo el concepto que el hombre debe ayudar a la mujer porque uno es más capaz que el otro dónde el poder es lo que prima, sino porque son compañeros de vida, sin distinciones de rol que inculcan en el colegio y en las películas. Y para esto, es realmente valorable que personas que no poseen este ciclo menstrual lo coloquen en la palestra como signo de aceptación y que deje de ser tabú, significa que se está avanzando por más mínimo que sea, ese granito de arena puede topar con más granitos y lograr algo mucho, pero mucho más grande”
Referencias
Contreras Ferrada, B. (mayo de 2016). La menstruación de este siglo. (B. González, Entrevistador)
Miguel Ángel Alarcón-Nivia, M. (2005). ALGUNAS CONSIDERACIONES ANTROPOLÓGICAS Y RELIGIOSAS ALREDEDOR DE LA MENSTRUACIÓN. Revista Colombiana de Obstetricia y Ginecología, 45-45.
Pinkola Estés, C. ( 1998). Mujeres que corren con lobos. España: Ediciones B, S.A. pág 63.
Serret Montoya, Juana, Hernández Cabezza, Abigail, Mendoza Rojas, Ofelia, Cárdenas Navarrete, Rocío, Villasis Keever, Miguel Ángel. (2012). Alteraciones menstruales en adolescentes. Boletín médico del Hospital Infantil de México, 69(1), 63-76. Recuperado en 08 de noviembre de 2016, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-11462012000100010&lng=es&tln g=es.
Deutsch, H. The Psychology of Women, 2 vols.. New York: Grune & Straton. 1944-1945. citado en Langer, 1944 ALGUNAS APORTACIONES A LA PSICOLOGÍA DE LA MENSTRUACIÓN REVISTA DE PSICOANÁLISIS Buenos Aires, Núm. 2 pag 1-3
Planteo aquí que, en base a la discriminación intelectual fijada o fundamentada en la menstruación femenina, se ha creado un modelo social excluyente, machista, y en mayor medida patriarcal. Cuál es mi fundamento. Para algunos pueblos originarios de la historia humana, la menstruación es un acto fundamental para la vida y sustento de la especie, el clan, el pueblo e incluso la cultura. La menarquía era concebida como un rito bendito de iniciación, anclada en la naturalidad humana y ligada a la maternidad de la tierra (Miguel Ángel Alarcón-Nivia, 2005)
Fisiológicamente el ciclo menstrual es un cambio hormonal, biológico y funcional mediante el cual el útero se prepara para recibir la implantación del óvulo fecundado. Pero este proceso mortal implica una responsabilidad de cada mujer, conlleva dolores, malestares, cambios de humor, e incluso rechazo a este padecer. Helene Deutsch (1944) pionera en el acercamiento a la psicopatología de la mujer desde la perspectiva psicoanalítica, describe las distintas reacciones que acompañan a la primera experiencia menstrual independientemente de la comprensión intelectual del proceso fisiológico, y a pesar de la satisfacción narcisista que lleva implícita la aparición del período para la niña como indicio de su madurez sexual, es vivida en general como un trauma. Este trauma suele ser mayor si la niña es todavía relativamente joven. Sin la presencia de este ciclo la mujer no es capaz de ser fértil, no es capaz de cumplir con la norma social que implica ser mujer, implica también enfermedad. (Deutsch, 1944. citado en Langer, 1944) Este proceso de sangrado, muerte -simbólica- y cambios podría representar la preparación del planeta que acoge y da vida a una humanidad respetuosa, con respecto a otras formas de vida, en la enorme gama de diversidad que ha surgido en este lugar que compartimos.
La terapeuta Clarissa Pinkola (1998), plantea un ciclo denominado el ciclo de la Vida-Muerte-vida. Proceso que conlleva el reconocimiento de la vida de forma inicial sin cuestionar por qué existe. Después es necesario vivir la muerte para crear vida nuevamente, resignificando la muerte como un proceso natural de la dinámica del universo, y padecerla como un proceso vital en la existencia de la vida, la cual nos entrega experiencia, dolor y sufrimiento en general.
Sin embargo, el proceso de resignificar la muerte crea un universo nuevo, sana la herida que ha dejado la ausencia de aquello que creemos que es nuestro por derecho, sana la rabia que nace a partir de la injusticia de perder lo que es nuestro. Esta autora, cree que al afrontar la muerte, desde una perspectiva ancestral, las personas podemos descubrir el lado acogedor de la vida-muerte-vida, el lado divino de este proceso.
Del planteado esbozado recién, podemos asociar al ciclo menstrual con el ciclo Vida-muerte-vida, pues la manifestación física en el cuerpo de la mujer es por esencia vida, muerte y vida. Como lo plantea Pinkola, este es uno de los tantos procesos que llena a las mujeres de sabiduría, conocimiento innato sobre ellas. pues dice “Utilizamos todos nuestros sentidos para extraer la verdad de las cosas, para exprimir el alimento de nuestras ideas, para ver lo que es necesario ver, saber lo que es necesario saber, ser las guardianas de nuestros propios fuegos creadores y adquirir un íntimo conocimiento de los ciclos de la Vida/Muerte/Vida de toda la naturaleza...” (Pinkola, 1998). Así, en esa visión que nos propone es que resulta necesario plantear y resignificar la menstruación femenina, como parte de un proceso natural, lleno de empoderamiento propio, ligado al respeto con el mundo del hombre.
Por otro lado en un análisis socio-antropológico, (Alarcon, 2005) menciona que, la segregación femenina desde el acto concreto de menstruar ha implantado un modelo de interacción social en esencia misma patriarcal, dominante, excluyente y fuera de toda lógica respetuosa hacia otras formas de vida en la enorme gama de diversidad que ha surgido en este lugar. esta segregación ha escrito una historia de dominación, desvalorización a la intuición femenina, al rol femenino, auto desprestigio y muchas veces he escuchado a mujeres hablar de estos temas con vergüenza, o en palabras de Helene Deutsch (1944) quien destaca que muchas madres hablan con sus hijas con más facilidad sobre la concepción que sobre el período y que así las niñas ven reforzado su propio sentimiento de culpa y vergüenza por una actitud idéntica de su madre. Esta reacción de madre e hija tiene su raíz en el concepto infantil de la menstruación, cuando la niña asociaba con este estado de su madre vivencias crueles y prohibidas. (Deutsch, 1944 citado en Langer, 1944)
Tantas veces escuche a mujeres decir, “ojalá no tuviera que pasar por esto”, una lástima ya que este proceso es clave para su iniciación como mujeres en un nivel psicológico, experiencial, cognitivo, y social. Durante varias charlas entre amigos y amigas feministas, sociólogos y teólogos hemos llegado a la conclusión que es una deuda social el “tema de las mujeres”. Si bien es cierto, mujeres de todos los tiempos han estremecido la historia, como aquellas que se cansaron de no tener opinión pública y se movilizaron por la igualdad en sus derechos y deberes sociales cívicos. Desde ahí la sociedad ha sufrido muchos cambios por la contemplación de la opinión del público femenino, por ejemplo los cambios sociales provenientes con la inserción al mundo laboral o el control de la natalidad mediante el uso de anticonceptivos orales. Pero aún hay una deuda contemplar la naturaleza femenina como es, sin tapujos, sin pudor, sin obligaciones, sin exclusión, rica en igualdad intelectual, sabiduría ancestral y dignidad.
Como vengo planteando la re-significación de la menstruación como parte natural de miles de mujeres podría eventualmente cambiar la forma en cómo se construye y se re-construye performativamente, la identidad femenina y los vínculos entre hombres y mujeres. Una colega estudiante Psicología me comentaba a raíz de este tema “[…] Se tiene la expectativa en la cultura patriarcal que la mujer debe estar siempre "limpia y bonita" y el hecho de que uno sangre por un período de tiempo y por cada mes, no es reflejo de alguien "limpia y bonita", por lo cual que una mujer se ensucia porque la toallita no funcionó o aún no encuentras la indicada, o el tampón te avergüenza, y ¿Cómo sería antes donde, no existían estas cositas, que sólo se tenían que usar pañitos y se debía ocultar este proceso?. Estas cosas van sumando, hasta el punto que hay padres que se avergüenzan de ir a la farmacia a comprar estos productos, sabiendo que es lo más natural de la vida”
Entonces se abre la pregunta ¿Qué debemos recuperar y cómo hacerlo? son preguntas difíciles de responder desde una sola visión, entonces se convierte en tarea de todos descubrir cómo hacerlo. Yo planteo la idea de resignificar la menstruación mediante la deconstrucción de la negatividad con la cual se mira y juzga, acercándonos a quitar del inconsciente social la concepción impregnada de repulsión, degradación al acto del menstruar. Recuperando el conocimiento ancestral, tal como lo propone Pinkola, un proceso que conlleva la auto-iniciación, lo propiamente femenino, además de darle un valor que se merece construido por ellas mismas.
Este proceso de resignificación implicaría mirar y enfrentarse con el tabú de la menstruación. Hablar de ella no de forma compasiva, o penosa, sino como el acto fundamental de nuestra vida como especie, un acto sagrado, divino, lleno de sabiduría que está presente y en conexión con el universo. Además de re-interpretarla como un acto de muerte dolor, necesaria para aprender. Un dolor necesario que se prepara para acoger, nuevamente un ciclo de constante de vida, muerte y vida.
Tomando las palabras de mi compañera “Porque en los detalles es donde se crea el inconsciente colectivo, y si en algo tan puro, tan digno de ser mujer, que debería enorgullecer a cualquier adolescente cuando por primera vez pasa esto, se sigue viendo como signo de enfermedad, de vergüenza, de un tabú, estamos bien lejos de aceptar a la mujer en igualdad de condiciones que el hombre, porque se aprecia en todo, el mismo hecho de que aún se criminalice a las mujeres que contratan porque pueden quedar embarazadas y eso implica una licencia de pre y post parto que nadie quiere pagar, por esto, de nuevo se discrimina a la mujer por algo que debería ser más valorado que mirado en menos, que tristemente es lo que pasa aún hoy en día.” es que considero importante sensibilizar este tema, para de alguna forma realizar un intento de cambio buscando ser personas conectadas con sí mismas y con su entorno.
Yo como hombre si bien es cierto no menstruo, porque mi biología no lo permite, sí aprendo de aquellas mujeres con las que tengo vínculos. Observando este reclamo y en su proceso de dolor es que he podido obtener alguna experiencia, especialmente de apertura al tema. Así mismo he podido cambiar la forma en cómo se me dice que debo ver este acto “indeseable”. Lo más interesante es que he aprendido a recibir los sufrimientos como un acto necesario, un dolor. Sí, he sufrido y llorado, pero comprendo que debo padecer para preparar mi cuerpo, mi mente y mi emotividad a un nuevo amor, pasión y sueños debo morir para acoger un nuevo yo, en respeto y responsabilidad con todos los seres de este planeta.
Concluyendo mi invitación es hacer conciencia de esta sutil situación que construye también nuestra sociedad. de forma ancestral y dolorosa cientos de mujeres en el mundo han menstruado y recibido los patrones culturales de esta carga genética. Es por esto que mi invitación es a que hable con las mujeres que lo rodean y a través de comunicación fomente la dignidad del cuerpo y rompa el tabú que esta humanidad le ha robado e impuesto a lo largo de siglos bajo la dominación. Pues como lo dice mi compañera de estudio Contreras Ferrada quien ha querido colaborar con unas palabras para este artículo “Es bueno cuando pares se ayudan, pero no bajo el concepto que el hombre debe ayudar a la mujer porque uno es más capaz que el otro dónde el poder es lo que prima, sino porque son compañeros de vida, sin distinciones de rol que inculcan en el colegio y en las películas. Y para esto, es realmente valorable que personas que no poseen este ciclo menstrual lo coloquen en la palestra como signo de aceptación y que deje de ser tabú, significa que se está avanzando por más mínimo que sea, ese granito de arena puede topar con más granitos y lograr algo mucho, pero mucho más grande”
Referencias
Contreras Ferrada, B. (mayo de 2016). La menstruación de este siglo. (B. González, Entrevistador)
Miguel Ángel Alarcón-Nivia, M. (2005). ALGUNAS CONSIDERACIONES ANTROPOLÓGICAS Y RELIGIOSAS ALREDEDOR DE LA MENSTRUACIÓN. Revista Colombiana de Obstetricia y Ginecología, 45-45.
Pinkola Estés, C. ( 1998). Mujeres que corren con lobos. España: Ediciones B, S.A. pág 63.
Serret Montoya, Juana, Hernández Cabezza, Abigail, Mendoza Rojas, Ofelia, Cárdenas Navarrete, Rocío, Villasis Keever, Miguel Ángel. (2012). Alteraciones menstruales en adolescentes. Boletín médico del Hospital Infantil de México, 69(1), 63-76. Recuperado en 08 de noviembre de 2016, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-11462012000100010&lng=es&tln g=es.
Deutsch, H. The Psychology of Women, 2 vols.. New York: Grune & Straton. 1944-1945. citado en Langer, 1944 ALGUNAS APORTACIONES A LA PSICOLOGÍA DE LA MENSTRUACIÓN REVISTA DE PSICOANÁLISIS Buenos Aires, Núm. 2 pag 1-3